La deforestación es un grave problema para la salud
del planeta que nos afecta a todos y, aunque los intentos por frenarla logran
discretos resultados, no consiguen revertir la tendencia. El desastre ambiental
ocasionado por la progresiva desaparición de la masa forestal provoca pérdidas
ambientales incalculables y de difícil o imposible recuperación.
En
efecto, más que hablar de árboles hemos de hablar de bosques, de ecosistemas y
de todo lo que afecta o depende de ellos, y es precisamente con este enfoque
como se entiende que la tala indiscriminada sea mucho más que un atentado
ecológico puntual en un área concreta, ya que termina afectando a todo el
planeta. Sobre todo, además, porque se trata de una práctica muy extendida que
se lleva a cabo a escala global, con pérdidas de más de diez millones de
hectáreas de bosques.
Un Atentado Contra El Planeta
Además de suponer la muerte del árbol, una gran
pérdida que resulta especialmente dramática cuando se trata de árboles
centenarios, la tala indiscriminada acelera la desaparición de la masa
forestal, grandes sumideros naturales de carbono que absorben el CO2 de la
atmósfera y renuevan el aire.
No en vano, los bosques son los pulmones del planeta,
al tiempo que acogen una biodiversidad autóctona cuya desparición puede
provocar la extinción de especies que en muchas ocasiones se encontraban en
peligro de extinción. A su vez, las poblaciones locales ven mermados su
recursos de supervivencia.
Entre otros casos, las Naciones Unidas lleva años
advirtiendo del peligro que corren los gorilas en la gran cuenca de la
República Democrática del Congo, cuyo hábitat está tomado por las milicias, que
logran financiarse a través del contrabando de madera y de los ricos
yacimientos mineros de la zona.
Lejos de controlarse, el problema sigue de plena
actualidad. En un informe de la ONU e Interpol publicado esta semana se concluye
que los terroristas se financian cometiendo delitos contra el medio ambiente.
En concreto, los islamistas shebab somalíes, vinculados a Al Qaida, consiguen
entre 38 y 56 millones de dólares del tráfico de carbón de madera.
El vaciado de áreas boscosas para su explotación
agrícola, ganadera o maderera en áreas de gran riqueza ecológica, como la
Amazonia, es otro importante problema que acaba provocando una erosión del
suelo y propiciando los incendios. Finalmente, los beneficios iniciales pronto
se convierten en grandes pérdidas de biodiversidad que no son subsanables,
económicas y para la salud humana.