El cambio climático tendrá un impacto sobre los sistemas de
producción animal en toda Europa. En algunas zonas, los agricultores
tendrán que adaptar sus prácticas, por ejemplo, para luchar contra
nuevas enfermedades animales e impactos perjudiciales sobre las
tierras de pasto.
La demanda mundial de proteínas animales irá aumentando
paralelamente al crecimiento de la población y de la renta real y a
medida que los hábitos alimentarios cambian.
Por consiguiente, la
producción animal desempeña y seguirá desempeñando un papel
clave en el suministro alimentario.
Los sistemas de producción animal en la UE son:
• Fundamentales para garantizar la actividad económica en las zonas
desfavorecidas
• Importantes para la mejora de la diversidad del paisaje europeo
• Esenciales para el mantenimiento de la biodiversidad dentro de los
hábitats
• Vitales para la conservación de la herencia cultural de Europa.
El sector ganadero proporciona nutrientes valiosos en forma de
estiércoles y purines utilizados para mejorar la fertilidad del suelo,
así como materias primas para la producción de biogás. También
proporciona importantes subproductos de la cadena de producción
como, por ejemplo, el sebo que puede sustituir los combustibles
fósiles en el sistema de producción. En el caso de las vacas el gas metano constituye uno de los mayores contribuyentes en el efecto invernadero y en realidad 23 veces más poderoso que el dióxido de carbono. En el mundo hay millones de vacas y son las mayores productoras de metano del mundo. Sus flatulencias también influyen en el crecimiento del efecto invernadero, y 2/3 del amoniaco proviene de sus gases.
El perfil de las emisiones de los gases de efecto invernadero procedentes de la producción animal difiere fundamentalmente
del de otros sectores como, por ejemplo, el del transporte. Son
el resultado de un conjunto de procesos biológicos inherentes
y variables muy complejos. Por consiguiente, resulta difícil
gestionar esas emisiones inevitables, originadas por procesos
biológicos.
Las emisiones de metano provienen de la fermentación en los rumiantes y del estiércol, mientras que la
utilización de abonos orgánicos e inorgánicos en el suelo puede
producir óxido nitroso.
Entre 1990 y 2007, se ha logrado ya una reducción
importante de las emisiones gracias a:
o una utilización más eficiente de los abonos y
estiércoles (del 21%)
o las recientes reformas estructurales o la puesta en práctica progresiva de iniciativas
agrícolas y medioambientales.
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