-La sobrepesca y la
pesca pirata están diezmando los recursos pesqueros. Tres cuartas partes de los
stocks pesqueros están totalmente explotados, sobreexplotados o agotados. Sin
embargo, la demanda de productos pesqueros sigue en aumento. Esto hace que cada
vez se invierta más en tecnología para aumentar la pesca y la capacidad de las
flotas parece no tener límite.
-La industria pesquera moderna poco tiene que ver con la pesca tradicional. Los buques pesqueros de hoy en día superan la propia capacidad de reproducción de los stocks pesqueros. En la actualidad se capturan grandes cantidades de peces que pueden ser congelados y procesados directamente en alta mar. La tecnología es capaz de localizar bancos en lugares anteriormente inalcanzables. Los peces simplemente, no tienen dónde esconderse.
-Desde el inicio de la pesca industrial en los años 50, las poblaciones de grandes depredadores como atunes, pez espada o bacalao han disminuido en un 90%. Un claro ejemplo de la mala gestión pesquera ocurrió en 1992 cuando se agotó el stock de bacalao de Newfoundland (Canadá) con la consecuente pérdida de 40.000 empleos.
-La
pérdida de biodiversidad marina no proviene tan sólo de cuánto se pesca sino
también de cómo se pesca. Las técnicas
pesqueras actuales, como el cerco o el arrastre de profundidad, generan una
gran cantidad de capturas accidentales.
La pesca
pirata supone pérdidas millonarias anuales. Estos barcos pescan
principalmente en aguas del Pacífico Sur o del Oeste de África, donde los
países soberanos de esas aguas no tienen capacidad para controlar y vigilar su
actividad.
-Las
comunidades locales de estos países se ven privadas de los ingresos que
supondrían esas capturas así como de su fuente principal de proteína. Los organismos responsables deben tomar medidas
y escuchar las recomendaciones científicas para mejorar la gestión pesquera y
derivar el sector hacia una pesca sostenible.
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